negocio en sociedad

Hace algún tiempo inicié una empresa inmobiliaria en sociedad con un amigo.  Ambos teníamos experiencia en el negocio y se nos había presentado una buena opción de trabajar con una importante constructora en la ciudad.


Todo fue muy rápido y pronto comenzamos a trabajar y a ganar algo de dinero.  La emoción al principio no deja ver muchas cosas que con el paso del tiempo afectaron no solo el negocio sino la amistad.


Aprendí muchas lecciones valiosas que hoy te comparto. 

Esta es mi historia...

1. No definas a la ligera el compromiso de sociedad

Lo que nos motivo a iniciar la empresa era que yo había conseguido un muy buen contacto con la empresa desarrolladora y por tanto las posibilidades de iniciar en grande eran muy altas.


Así que busque a mi amigo a quién llamaremos Ramiro y le propuse que nos uniéramos para montar la empresa y trabajar en la promoción y venta de los productos.


Ramiro aceptó casi de inmediato y surgió la pregunta: ¿Qué tengo que aportar?


Mi respuesta automática (seguramente por inexperiencia) fue que ambos pusiéramos la mitad del capital inicial y luego que ambos nos involucráramos para hacer que el negocio funcionara.


En apariencia todo muy fácil y sin pensarlo demasiado aceptó.


Mi error en esta etapa fue plantear todo muy fácil como si ambos teníamos el mismo nivel de compromiso y recursos para enfrentar los retos de la actividad empresarial.

2. No todos los socios aportan lo mismo

Una de las cosas que hoy puedo decir acerca de las sociedades y que es posiblemente el primer factor por el cual se ven rápidamente afectadas, es que no todos los socios aportan lo mismo.


Nunca por nada del mundo, las sociedades son completamente equitativas.

 

¿Por qué razón?

Por el simple hecho de que los seres humanos somos imperfectos.   En los negocios no se trata de buenas intenciones, ni de ganas de tener o no éxito con el negocio.


Se trata de construir algo y que cada uno aporte en función de sus propios recursos, visión y disponibilidad de tiempo.


Cuando nosotros comenzamos cometimos el error de asumir que estaríamos en partes iguales en todo, lo cual desde el inicio no era cierto porque yo ya había aportado a la empresa el contacto más importante para el éxito y era nuestro proveedor principal de trabajo.


Tip: En las sociedades no todo es capital y no todo se resume solamente a dar tiempo.


En la vida real, entre otras cosas puedes asociarte aportando parcial o totalmente uno o varios de estos activos:

  • Capital de trabajo (dinero)
  • Tiempo de trabajo
  • Experiencia en el negocio
  • Patentes
  • Propiedad intelectual
  • Contactos
  • Clientes
  • Liderazgo
  • Maquinaria o equipo de trabajo
  • Propiedades

En mi caso, ingenuamente propuse que ambos socios aportáramos capital y tiempo.  Sin embargo eso no era todo porque con el paso de los meses descubrí que entre otras cosas yo aportaba más experiencia, liderazgo, contactos, atención a compromisos y por supuesto también capital.

Incluso, el capital que se aporta representa uno de los elementos de la sociedad y que determina parte del porcentaje que recibirás como utilidad.  

En otras palabras poner 50/50 del capital no precisamente significa recibir 50/50 de la utilidad.  ¿Por qué?  Por los factores que arriba describo.

Fue entonces cuando la balanza comenzó a desequilibrarse.

3. El desequilibrio ahoga el negocio

Después de un tiempo y conforme la carga de trabajo comenzó a crecer (porque en realidad el negocio estaba caminando bien) los problemas comenzaron a surgir.

Al principio los problemas administrativos y operativos del negocio se van subsanando con contratación de personal, distribución de funciones y otras actividades del día a día.

Pero lo que no se supera fácilmente es cuando aumenta su actividad, crece y comienzas a tener la sensación de que la carga no es equitativa.  

Cuando surgen problemas que solo uno de los socios enfrenta.  Cuando solamente una persona o un grupo menor resuelve.  O cuando la principal responsabilidad en temas fiscales, legales o financieros se recarga sobre solo algunos de los socios, las cosas dejan de ser muy alegres para tornarse realmente serias.

De pronto el clima gerencial ya no es tan agradable ni amigable.  

La amistad que al principio era el principal motivador  comienza a volverse frágil.

Las discusiones comienzan a ser más tensas y los silencios más largos.

De pronto un día cada socio procura estar en lo suyo y teme abordar con claridad las inconformidades.  La resolución de problemas se vuelve una molestia y la carga sigue en aumento.

Por momento se hablan pero con extrema cautela porque nadie quiere salir herido y mucho menos ser señalado como el socio que "menos aporta".

4. ¿Quién debe ganar más?

Si pudiera resumir de alguna manera mi experiencia diría que fue más mala que buena.  Ganamos algo de dinero durante algún tiempo pero con incomodidad y gran sacrificio.

En algún punto ya no era agradable llegar a la oficina.   La toma de decisiones era cada vez más complicada y las pocas veces que logramos hablar solamente conseguimos establecer algunas medidas compensatorias que mas bien eran solo apagafuegos.

Los bonos o recompensas económicas solo aliviaban por unos días la sensación de inequidad en todo el que hacer de la empresa pero en realidad solo eran aspirinas que no resolvían el mal.


Y eso es nefasto porque roba la energía y te hace perder el enfoque.

Y luego te aturde la duda: ¿por qué ganamos lo mismo?

Y es entonces cuando las interrogantes acerca de la equidad financiera comienzan a derribar lo poco que queda.

No haber definido adecuadamente los roles, los aportes a la sociedad y por tanto la repartición justa de las utilidades se convirtió finalmente en el factor que lleva a la ruptura inminente de una sociedad.

Por momentos ya no soportas ganar bien, si tu socio (el que hace menos) gana igual.
De hecho no importa tanto si ganas más o menos lo único que anhelas es que las condiciones sean justas.

Pero para ese punto, ya es demasiado tarde.  Y eso, como dije antes, es nefasto.

5. Fragmentar la sociedad o morir

En mi caso, que para algunos será muy simple, éramos dos socios, solamente.  En algún momento quisimos agregar a un tercero que por temas legales no fue posible (y seguramente fue mejor así).

Pero hay sociedades muy complejas y donde hay mucho dinero en juego donde las cosas no son tan simples.

Después de asesorarme en todos los sentidos, finalmente hablé con Ramiro y le propuse comprar su parte de la empresa.

Al inicio como era de esperar se sorprendió porque para él todo estaba "caminando bien y en orden" y consideraba que la solución podía haber sido distinta.

Para mi en cambio, ya no era soportable un escenario tan desequilibrado que me estaba desgastando demasiado y me había robado la paz y el entusiasmo por el trabajo.

Afortunadamente, yo era el socio mayorista por una mínima diferencia así que eso me permitió mantener el control en la negociación y tratar de hacerlo de la forma más justa y rápida posible.

Negociamos la compra de sus acciones, establecimos un plan de pago y Ramiro finalmente se retiró de la empresa.

Finalmente entendí que tomar acción por muy duro que parezca también es bueno para oxigenar la sociedad.   Fragmentar o morir, esa era la consigna.

6. Asociarse no es malo

Finalmente y solo para darle balance a mi propia exposición, debo decir que asociarse no es malo.  

Por el contrario, tener socios esta comprobado que es la figura más potenciadora en todos los sentidos.

La unión hace la fuerza, reza un dicho conocido.  Y es verdad.  Pero esa unión debe hacerse inteligentemente.

Todo socio debe estar claro de lo que puede aportar y por tanto de la parte que le corresponde recibir en función de ello.

Cuando las cosas están claras desde un inicio y se plasman por escrito, entonces las cosas caminan mejor.   Y si no se llega a un acuerdo inicial es mejor no dar el paso.

Las condiciones para salir de la sociedad también deben establecerse desde el primer día porque cuando las reglas son claras, es más fácil para todos estar o no estar sin afectar el núcleo de la operación de la empresa.

Honestamente, lo que más lamenté de todo esto fue haber lesionado la amistad con Ramiro que siempre consideré una buena persona, un buen trabajador pero tal vez, un mal socio, producto de un mal planteado acuerdo de sociedad, del cual, también fui responsable.

¿Qué hacer ahora con mis socios?

Si acaso tu situación es similar a la mía te estarás preguntando ¿que debo hacer?

Así que estas son unas sencillas (pero no fáciles) sugerencias a considerar:
  • Habla con tus socios lo más abiertamente posible
  • Procura entender también la postura de ellos
  • Intenta llegar a un acuerdo favorable para todos
  • Negociación es la palabra.  NO todo será fácil pero debes negociar en bien de la sociedad
  • Se honesto y reconoce lo que estás aportando en contraste con los demás socios
  • Intenta no caer en soluciones temporales y efímeras
  • Si no hay arreglo será mejor acomodar la sociedad
  • Algunas veces la única solución viable es que alguien tenga que salir
  • Busquen asesoría legal
  • Todo por escrito
  • Se flexible y abierto, será más fácil resolver
Y finalmente no está demás que recuerdes: tu eres copropietario de los activos de la empresa y también de los pasivos.

¡Éxitos!

Publicar un comentario

Dejanos tu comentario y recuerda: "si no te pagan lo que vales, emprende!"

 
Top